25 de noviembre de 2020

Suripanta

¿Habéis escuchado o usáis alguna vez esta palabra? Sea sí o sea no, os voy a explicar la curiosidad de este término.
Normalmente, nos remitimos al latín o al griego para indagar en el origen de una palabra. Otras, son neologismos o cualquier otra cosa que no tenga que ver con la invención. Pero, he aquí que topamos con una palabra que alguien se sacó de la manga.

Si acudimos al Diccionario de la Lengua Española, nos encontramos con un par de definiciones. Una, la que está en desuso, hace referencia, precisamente, al momento en que fue inventada: Corista o comparsista de teatro,  Y la segunda, como puede ser utilizada ahora, y es la menos agradecida, nos hace referencia a una mujer de moral entretenida y ruin, que no es honesta y hace cosas indecorosas. Vamos, una acepción de "chica de salón".
Sí, atribuible solo a la mujer.  No hay suripantos.


Si damos una vuelta a todo esto, nos encontramos que el 22 de septiembre de 1866, se estrena en el Teatro Variedades de Madrid —conocido como Teatro de los Bufos, por alusión a los Bufos parisinos—la opereta, ya sabéis, la hermana pobre y díscola de la ópera, titulada El joven Telémaco, cuyo primer actor fue Francisco Arderíus y la música estaba compuesta por el maestro José Rogel Soriano. Pero lo que nos importa es el libreto, la raíz del tema que nos ocupa. 
El autor fue Eusebio Blasco, un arquitecto zaragozano que decidió dejar atrás la saga familiar y dedicarse a este mundo de la farándula y el espectáculo. Empezó como gacetillero en revistas satíricas como Gil Blas (en su número del 4 de Octubre de 1868 menciona, entre una supuesta relación de objetos abandonados en palacio por Isabel II tras su huida a Francia: “Un reloj, secreto confidente de ideas un sí es no suripantescas”) e, incluso fue redactor en Le Figaro de París. No le fue mal y decidió proyectarse en la escritura de novelas, teatro, cuentos y poesía. A pesar de su extensa obra, ha pasado a la historia como el comediógrafo autor de El joven Telémaco. Una obra de género bufo, la primera, según los entendidos en estos quehaceres, donde se parodia la conocida novela de François Fénelon, Aventruas de Telémaco

Caricatura hecha por  Eduardo Sáenz-Hermúa, Mecachis. 
(La Semana Cómica, 1888)

¿A dónde quiero llegar?, os preguntaréis. A este punto de la comedia donde, nunca visto en nuestra querida España, un grupo de coristas, mujeres ligeras de ropa para escándalo de unos y gozo de otros, sale al escenario cantando y bailando este trocito de la obra:

Suripanta la suripanta
macatruqui de somatén; 
sun fáribun, sun fáriben, 
maca trúpiten sangarinén.
Eri sunqui maca
trunqui supanten..., suripen.
Suripanta la suripanta
melitónimen son pen.


Si deseáis escuchar, picad en la firma original


Supuestamente, esto debería cantarse en griego pero, ¿quién sabía hablar bien griego y más, cantarlo? Así que el ingenioso Eusebio Blasco tuvo la feliz idea de inventarse un griego algo macarrónico. El éxito fue tremendo. La cancioncilla en cuestión era tarareada en todas partes y pronto, las chicas del coro, fueron reconocidas como las "suripantas": Chicas alegres y descocadas. 

Arderíus y sus suripantas / Imagen de la época.

Y es en este punto, donde completamos el circulo con las definiciones que da el Diccionario de la R.A.E.

A colación de esta palabra y de la acepción más machista, se inventó otra que sería el verbo que acompañaría a suripanta: Macatruqui que aparece también en el estribillo. Pero eso ya es otra historia.

Cabe decir que en el Parque Grande de Zaragoza (España), tiene un busco fidedigno como homenaje a su figura. Se celebró su colocación en 1928 pero unos vándalos, en 1934, lo robaron. Se realizó una nueva y ahí sigue hoy en día. 
En el Teatro Principal, también de Zaragoza, tiene una placa en su honor.

Imagen de Ecelan, Wikimedia

Y, hasta aquí, dos pájaros de un tiro: Una palabra molona y un poquito de biografiando.

12 de noviembre de 2020

La encantadora

Un sueldo bajo, un trabajo rutinario y oscuro, tomando decisiones hueras, cansado de sentirse un ratón con las fauces del zorro mordiéndole el trasero, Caronte decidió que era el momento de cambiar. 
En aquel anuncio se solicitaba un chófer, con experiencia, acostumbrado a la nocturnidad. 
Cuando tuvo que sentarse uniformado ante el volante de aquel Tin Lizzie de 1908, se sintió otro.
Su jefa era una mujer poco habladora, enigmática y de curiosas costumbres, dueña de un secreto que él estaba dispuesto a proteger aun a riesgo de entregarle el alma.

(91 palabras)

Arte de Dilka Nassyrova, alias Dilkabear


Objeto: Caronte
"Escribir Jugando" es un reto mensual de escritura creativa. Lo organiza la escritora Lidia Castro Navas desde su blog y consiste en microrrelatos o poesías con límite de 100 palabras inspirándonos en una carta propuesta y el dado que la acompaña. 

Reto opcional: Que aparezca en la historia algo relacionado con la creación del Ford T (el coche, el creador o el año).




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De mis viajes en caracola...