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Obra de Checho |
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Ilustración de Julio Seijas Gómez |
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Afgano invisible con aparición, sobre la playa, del rostro de García Lorca, en forma de frutero con tres higos 1938 / Salvador Dalí |
«Tú eres una borrasca cristiana y necesitas de mi paganismo (…) Yo iré a buscarte para hacerte una cara de mar. Será invierno y encenderemos lumbre. Las pobres bestias estarán ateridas. Tú te acordarás que eres inventor y viviremos juntos con una máquina de retratar».
¿Un pintor? Sí, un pintor. Como parece ser le dijo un día al poeta cubano Juan Marinello: «Soy mucho mejor pintor que poeta; sólo que me ha dado por hacer versos». Si en sus textos nos abre un mundo que quiebra el alma, nos acerca al niño más íntimo y nos encumbra en el poder de la muerte, de los últimos suspiros y nos embadurna con el aroma del amor truncado y de la sangre, sus dibujos y pinturas alcanzan multitud de temas y formas, y es a través de ellos, como forma más íntima de su expresión, donde mejor expresa lo real y lo irreal. Hablan con metáforas, con drama del amor, del sexo, de la muerte..., del destino. Todo ello llega a formar parte, no solo como ilustraciones para sus poemas o para hacer postales para sus amistades, si no también del resto de su literatura —decorados para el teatro—. Su primera exposición a título individual tuvo lugar en Barcelona coincidiendo con el estreno de María Pineda. Posteriormente, de manera colectiva en Huelva.
«Lorca, cuando cogía unos lapicillos de colores o la misma pluma con la que escribía sus poemas, seguía teniendo una frescura de fontana, una gracia como de juego en la calle, de sonrisa de patio, de gallo de veleta, de todo aquello que había visto u oído, no sabía cuándo con los ojos de su niñez granadina: jarrones con peces y flores, vírgenes atravesadas por puñales, niñas en las ventanas y azoteas, ángeles de las torres, manolas, arlequines, bandoleros y marinerillos ebrios y enamorados, todos los temas y figuras de su poesía lírica y dramática, hasta el momento del romancero gitano, un año antes de marchar a Nueva York, época en que cambia su estilo, contagiado sin duda por la atmósfera surrealista que ya se extendía por casi toda Europa».
Rafael Alberti
El éxito pareció acompañarle siempre pero sufrió una terrible crisis a raíz la publicación de Cancionero gitano. Fue criticado de costumbrista y defensor de los gitanos en el sentido más pellorarito, incluso por sus amigos Buñuel y Dalí. Además, en este momento había roto su relación sentimental con el escultor Emilio Aladrén. Con el tiempo, obviamente, ha sido una de sus obras más elogiadas.
Estos hechos le llevaron a tomar la determinación de salir de España. Llegó a Nueva York a bordo del Olimpic, en 1930. La ciudad era «alambre y muerte». Un sistema capitalista y un trato injusto hacia los afroamericanos le sorprendieron y todo quedó plasmado en Poeta en Nueva York aunque no se publicó hasta cuatro años después de su muerte.
Vendría al año siguiente Bodas de Sangre, cuya continuación está en Yerma. Nunca llegó a terminar la trilogía aunque él decía que ya tenía pensado el título.
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Ilustración de Ilu Ross |
Abandonó Estados Unidos y pasó a Buenos Aires de donde regresó a España a pesar del inminente estallido de la Guerra Civil. Fue el principio del fin y el camino a la inmortalidad como bien sabéis. El mundo lo admiraba. Le llamaban el «Homero español» pero en España se estaba convirtiendo en un personaje molesto. Por un lado, sus amistades y por otro, sus opiniones.
Pudo refugiarse en la casa de Manuel de Falla que estaba en la parte republicana, en cambio, prefirió quedarse en la otra, alojándose en la casa de los padres de su amigo Luis Rosales donde fue detenido el 16 de agosto de 1936. Acababa de publicar La casa de Bernarda Alba.
El resto de la historia ya la sabéis.
Sí quiero haceros partícipes de una de las cinco grabaciones de sus poemas, realizadas 1931 —en aquellos discos de pizarra de un palmo y que iban a 78 rpm. y que tenían solo una canción por cara—, donde él pone la música al piano y la cantaora conocida como «La argentinita», voz, zapateado y castañuelas.
Fueron un total de diez poemas que han pasado a formar parte del cancionero popular: Zorongo gitano, Los cuatro muleros, Anda jaleo, En el café de Chinitas, Las tres hojas, Los mozos de Monleón, Los Pelegrinitos,Sevillanas del siglo XVIII, Las morillas de Jaén y Nana de Sevilla que podéis escuchar.
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Hijo de la luna / Ami-pixel |