3 de octubre de 2017

Una velada azul

Ratón de la red

Observaba Ratón el cielo estrellado. En esas noches sin luna, las estrellas tintineaban de forma especial. Desde su árbol observatorio, la perspectiva era increíble. Más allá el lago donde Qamar se bañaba cada noche, reinaba el bosque y, de entre las frondosas ramas de los árboles, revoloteaban las luciérnagas como miles de hadas portando sueños que cumplir para miles de niños que soñaban con ellas.

Pero el corazón de Ratón estaba inquieto. En cualquier momento aquellas nubes se disiparían. Rezaba por ello. Y tras ellas, como el velo de una novia que cubre el rostro, aparecería la amplia sonrisa de su luna tras siete largas noches con sus siete días sin haberla  visto, pensándola y dibujándola tantas veces que la tinta de sus pinceles también la nombraba de mil y un colores, de mil y un sentimientos.
Ahí apareció, con esa media sonrisa que, poco a poco, se iría haciendo plena e luminaria todo el cielo apagando hasta el brillo de aquellas estrellas tintineantes en la noche.

Estaba tan nervioso que no se daba cuenta de que su colita empezaba a moverse de forma inconsciente, hasta que uno de aquellos arrebatos se llevó por delante casi todo lo que había sobre su mesa de trabajo.

-¡Ay, madre! –exclamó llevándose las patitas de delante a los bigotes que también habían experimentado cierta reacción, convirtiéndose en unas pequeñitas espirales que se estiraban y encogían.- ¡Ay…, ay, ay…!
- ¡Ratón…! –llamó Qamar, asomando una corona blanquecina por la ventanita.
- ¡Mi lunita!

Tan contento se puso que no reparó en nada que no fuera bajar rápidamente por el tronco del árbol, decidiendo, a eso de unos pasos, enormes para un roedor como él, saltar sobre la hierba.  Llevaba demasiado ímpetu y acabó con el morrito encajado en el suelo, levantando un pequeño montículo ante sus bruces. Se sintió un poco azorado y avergonzado. Resopló y elevó la vista. Ahí estaba la sonrisa de su luna para reconfortarle. Le tendió un halo plateado, como quien tiende la mano para ayudar a poner en pie.

Christian Schole
- Ratón, si vas así de rápido es verdad que puede que llegues antes a donde quieras pero te pierdes los detalles –ironizó acariciándole el flequillo entre sus orejitas.
- ¡Tenía muchas ganas de verte!
- Has de saber controlar  ciertas emociones… porque si te ciegas puede venir un gato… y ¡¡¡zasss!!! ¿Y qué haría la luna sin su ratoncito? 

Ratón se encogió de hombros, ladeó la cabeza, puso ojitos y quiso dibujar una sonrisa en medio de las ganas de llorar por el sentimiento que le producía tener tan cerca a Qamar. Suspiró.

- ¿Quieres dar un paseo por el lago?
- ¡Síiiii! –pronunció lleno de alegría-. Pero... espera un segundo. ¡Tengo una sorpresa!

Raudo y veloz comenzó el ascenso por el tronco. De pronto, se detuvo. Miró a Qamar, sonrió y prosiguió pero ya más pausado.  Unos minutos después, ayudado por la polea que había construido desde la ventana, bajaba una cestita. Su luna sonrió.

- ¿Recuerdas que tenemos una cita pendiente? –preguntó Ratón.
- ¿¡Cómo olvidarla!? ¿Qué llevas ahí?
- Es una sorpresa –sonrió-. Un aguamiel... azul... Tan azul como tú... Y unas bolitas de queso, pasas...
- Mmmm... Realmente, siempre logras sorprenderme -reconoció Qamar, iluminando el rostro de Ratón con aquella sonrisa que brillaba en la noche.

Se encaminaron hacia el lago. Ella con su brillo a medio desvelar.  Y él, feliz de todo aquello, canturreando algo que halagara los oídos a Qamar.

Ya en el lago, Ratón lo dispuso todo pero antes de cenar, invitó a la luna a bailar con él. Extendió las manitas hacia Qamar. Esta anudó dos finitos hilos de plata alrededor  de ellas.
Y una mimosa brisa, de esas de primeros de verano, empezó a mecer las copas de los árboles componiendo una suave melodía con las hojas. El viento dibujó pequeñas olas sobre el agua. En ellas, como dos de aquellas hojas, danzaron, dejándose llevar por una armonía de ensueños que había nacido hacía mucho tiempo.

Qamar, ahí, desde la atalaya de su cielo. Él, ahí, a partir el mundo desde el que soñaba... (comérsela a besos).


Ilustración e la red


10 comentarios:

  1. ¡¡¡Pero qué bonito!!! Ha merecido la pena esperar todo el verano...

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    1. ¿Has visto?
      Ahora solo que da saber qué tal cuerpo tiene esa aguamiel.
      Qamarbesis.

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  2. Me quedo en plena contemplación de la imagen que has creado y... sólo me envuelve la ternura que emana y lo bonito que lo has dibujado para sentir así... tan tierno e inocente encuentro.
    Te admiro mucho, Mag. Hechizas con tus historias.

    Mil besitos para tu noche, preciosa.

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    1. Este Ratón es muy tierno. Tiene un corazoncito que enamora :-)
      Mil gracias.
      Qamarbesis.

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  3. Leerte es imaginar (una vez más) un libro en tonos de azul, con hermosas y originales ilustraciones, hechas especialmente para tus letras... y niños, muchos, muchísimos niños escuchando, sintiendo tus historias... siempre vale la pena esperar por tus cuentos.

    Besissssssssssssssss!

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    1. Muchísimas gracias, Alma.
      Me gusta ser niña. Es matiz "azul" que hay que dejar latir siempre.
      Qamarbesis.

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  4. Un amor con la blancura de la ternura, Ratón y Qamar en un baile nocturno de complicidad. Esperaré la continuación.

    Beso dulce Magda.

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    1. Son muy monos ellos.
      Su amistad es de esos sentimientos que parecen de Siempre y son Eternos.
      Qamarbesis.

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  5. ¡Qué cuento más dulce y romántico! :) El pobre ratón, por impaciente, vaya porrazo se ha dado. El descanso te ha sentado bien, Qamar, ha vuelto con más fuerza. ¡Un abrazo!

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    1. Me imaginé el golpe que se da y la cara que ponía... Ese resoplido :-) Pura ternurita.
      Un abrazo y un Qamarbesis.

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