Ratón de la red |
Observaba Ratón el cielo estrellado. En esas noches sin luna, las estrellas tintineaban de forma especial. Desde su árbol observatorio, la perspectiva era increíble. Más allá el lago donde Qamar se bañaba cada noche, reinaba el bosque y, de entre las frondosas ramas de los árboles, revoloteaban las luciérnagas como miles de hadas portando sueños que cumplir para miles de niños que soñaban con ellas.
Pero el corazón de Ratón
estaba inquieto. En cualquier momento aquellas nubes se disiparían. Rezaba por
ello. Y tras ellas, como el velo de una novia que cubre el rostro, aparecería
la amplia sonrisa de su luna tras siete largas noches con sus siete días sin
haberla visto, pensándola y dibujándola
tantas veces que la tinta de sus pinceles también la nombraba de mil y un
colores, de mil y un sentimientos.
Ahí apareció, con esa media
sonrisa que, poco a poco, se iría haciendo plena e luminaria todo el cielo
apagando hasta el brillo de aquellas estrellas tintineantes en la noche.
Estaba tan nervioso que no
se daba cuenta de que su colita empezaba a moverse de forma inconsciente, hasta
que uno de aquellos arrebatos se llevó por delante casi todo lo que había sobre
su mesa de trabajo.
-¡Ay, madre! –exclamó
llevándose las patitas de delante a los bigotes que también habían
experimentado cierta reacción, convirtiéndose en unas pequeñitas espirales que
se estiraban y encogían.- ¡Ay…, ay, ay…!
- ¡Ratón…! –llamó Qamar,
asomando una corona blanquecina por la ventanita.
- ¡Mi lunita!
Tan contento se puso que no
reparó en nada que no fuera bajar rápidamente por el tronco del árbol,
decidiendo, a eso de unos pasos, enormes para un roedor como él, saltar sobre
la hierba. Llevaba demasiado ímpetu y acabó con el morrito encajado en el suelo, levantando un pequeño
montículo ante sus bruces. Se sintió un poco azorado y avergonzado. Resopló y
elevó la vista. Ahí estaba la sonrisa de su luna para reconfortarle. Le tendió
un halo plateado, como quien tiende la mano para ayudar a poner en pie.
- Ratón, si vas así de
rápido es verdad que puede que llegues antes a donde quieras pero te pierdes
los detalles –ironizó acariciándole el
flequillo entre sus orejitas.
- ¡Tenía muchas ganas de
verte!
- Has de saber
controlar ciertas emociones… porque si
te ciegas puede venir un gato… y ¡¡¡zasss!!! ¿Y qué haría la luna sin su
ratoncito?
Ratón se encogió de hombros,
ladeó la cabeza, puso ojitos y quiso dibujar una sonrisa en medio de las ganas
de llorar por el sentimiento que le producía tener tan cerca a Qamar. Suspiró.
- ¿Quieres dar un paseo por
el lago?
- ¡Síiiii! –pronunció lleno
de alegría-. Pero... espera un segundo. ¡Tengo una sorpresa!
Raudo y veloz comenzó el
ascenso por el tronco. De pronto, se detuvo. Miró a Qamar, sonrió y prosiguió
pero ya más pausado. Unos minutos después,
ayudado por la polea que había construido desde la ventana, bajaba una
cestita. Su luna sonrió.
- ¿Recuerdas que tenemos una
cita pendiente? –preguntó Ratón.
- ¿¡Cómo olvidarla!? ¿Qué
llevas ahí?
- Es una sorpresa –sonrió-. Un aguamiel... azul... Tan azul como tú... Y unas bolitas de queso, pasas...
- Mmmm... Realmente, siempre logras sorprenderme -reconoció Qamar, iluminando el rostro de Ratón con aquella sonrisa que brillaba en la noche.
- Mmmm... Realmente, siempre logras sorprenderme -reconoció Qamar, iluminando el rostro de Ratón con aquella sonrisa que brillaba en la noche.
Se encaminaron hacia el
lago. Ella con su brillo a medio desvelar.
Y él, feliz de todo aquello, canturreando algo que halagara los oídos a
Qamar.
Ya en el lago, Ratón lo
dispuso todo pero antes de cenar, invitó a la luna a bailar con él. Extendió
las manitas hacia Qamar. Esta anudó dos finitos hilos de plata alrededor de ellas.
Y una mimosa brisa, de esas de
primeros de verano, empezó a mecer las copas de los árboles componiendo una
suave melodía con las hojas. El viento dibujó pequeñas olas sobre el agua. En
ellas, como dos de aquellas hojas, danzaron, dejándose llevar por una armonía
de ensueños que había nacido hacía mucho tiempo.
Qamar, ahí, desde la atalaya
de su cielo. Él, ahí, a partir el mundo desde el que soñaba... (comérsela a besos).
Ilustración e la red |
¡¡¡Pero qué bonito!!! Ha merecido la pena esperar todo el verano...
ResponderEliminar¿Has visto?
EliminarAhora solo que da saber qué tal cuerpo tiene esa aguamiel.
Qamarbesis.
Me quedo en plena contemplación de la imagen que has creado y... sólo me envuelve la ternura que emana y lo bonito que lo has dibujado para sentir así... tan tierno e inocente encuentro.
ResponderEliminarTe admiro mucho, Mag. Hechizas con tus historias.
Mil besitos para tu noche, preciosa.
Este Ratón es muy tierno. Tiene un corazoncito que enamora :-)
EliminarMil gracias.
Qamarbesis.
Leerte es imaginar (una vez más) un libro en tonos de azul, con hermosas y originales ilustraciones, hechas especialmente para tus letras... y niños, muchos, muchísimos niños escuchando, sintiendo tus historias... siempre vale la pena esperar por tus cuentos.
ResponderEliminarBesissssssssssssssss!
Muchísimas gracias, Alma.
EliminarMe gusta ser niña. Es matiz "azul" que hay que dejar latir siempre.
Qamarbesis.
Un amor con la blancura de la ternura, Ratón y Qamar en un baile nocturno de complicidad. Esperaré la continuación.
ResponderEliminarBeso dulce Magda.
Son muy monos ellos.
EliminarSu amistad es de esos sentimientos que parecen de Siempre y son Eternos.
Qamarbesis.
¡Qué cuento más dulce y romántico! :) El pobre ratón, por impaciente, vaya porrazo se ha dado. El descanso te ha sentado bien, Qamar, ha vuelto con más fuerza. ¡Un abrazo!
ResponderEliminarMe imaginé el golpe que se da y la cara que ponía... Ese resoplido :-) Pura ternurita.
EliminarUn abrazo y un Qamarbesis.