20 de abril de 2025

La vereda del espejo

Caminaba sola, como tantas veces, por la vereda vieja del carrascal. El polvo hablaba en sus botas, y el viento —amigo de otros tiempos— le traía canciones que ya no recordaba. El cielo, gastado de azul y de pájaros, parecía mirarla sin prisa. Cuatro cabras, media docena de ovejas. La seguían como la habían seguido siempre: pausadamente, con el deleite de saberse seguras, en terrero y en estima.
Fue entonces cuando lo vio: en mitad del sendero, un espejo. No tenía marco, ni cristal, ni cuerpo que lo sostuviera. Solo reflejo. 
Se acercó con la calma de quien ha visto cosas imposibles en sueños, y se asomó. No era su rostro el que aparecía, sino el de una niña de ojos de almendra y capa de estrellas. Una niña que sonreía con la dulzura intacta de lo que no ha sido roto. 
Alzó la mano, y la niña hizo lo mismo. 
Pero aquel gesto no fue reflejo: fue saludo. Siguió andando. El espejo, como la infancia, se disolvió en el aire. Solo quedó un susurro entre las ramas de los olivos: «Aún puedes soñar».

Campesina con cabra / 1881 / Camille Pisarro  

5 comentarios:

  1. me ha encantado el inicio de la historia, el ritmo, las metáforas, muy bonitas... dejamos atrás la infancia, qué remedio, pero eso no significa una rendición incondicional.

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  2. Cuanto echaba de menos estos cuentos tan mágicos .
    Gracias, por dejarnos esta vereda de espejos. Un besazo.

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  3. Una delicia de relato..
    Tan cercano a nosotras, que solemos olvidar a aquella niña que tuvo toda la inocencia en su mirada.
    Precioso.
    Beso enorme Maga!

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  4. Y qué necesario es poder soñar. Un placer siempre leerte.

    Beso dulce Mi Estimada Magda y dulce semana.

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  5. Se extrañaban tus cuentos, la magia que ellos encierran, ha sido un placer leerte.
    Un abrazo grande.
    PATRICIA F.

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Escribir desde el alma del niño que habita dentro nuestro es abrir las alas del adulto que somos.
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