Heidi le preguntaba al abuelo a qué olían las nubes. Yo os pregunto a qué huelen los libros. Sí, a nuevo o a rancio, a mueble viejo... Pero si nos paramos a disfrutar de ese olor nos llegarán percepciones de almendra amarga o de un intenso aroma dulce que no podemos llegar a definir, sobre todo cuando son nuevos. Sea lo que sea lo que nos provocan, sí evocan emociones que deseamos atrapar fervientemente.
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Vladimir Kush |
Despiertan el poder de nuestros sentidos. Ponemos el oído cuando pasamos las páginas y escuchamos sonidos que solo laten en nuestro interior. Los ojos nos brillan solo por el mero hecho de tenerlos entre nuestras manos y ante la intensidad de las imágenes, sensaciones y emociones que se recrean en nuestro cerebro. Ahí está el tacto, incluso cuando al acariciar las hojas, en sus diferentes texturas, estas se nos revelan y nos cortan. ¿Y el sabor? ¿Qué me decís de ese gustillo que queda en la yema del dedo cuando la humedecemos para pasar mejor las páginas que se nos resisten? Hay quien se siente tan tentado por el sabor de los libros que se los come pero, eso, ya es otra cosa muy sería llamada bibliofagia.
Amo los libros en papel su olor y la caricia de sus hojas son una seña de identidad.
¿Por qué huelen los libros?
La culpa la tiene la lignina y sus aceites esenciales. No, no es un hada traviesa que juega con los libros. Podría, pero no.
Su nombre viene del latín lignum, 'madera o leño que se recoge'. Es un polímero orgánico —esto no sé explicarlo pero, después de la celulosa, es el más abundante en la Naturaleza— que se encuentra en los tejidos de las plantas, la única fibra no polisácarido que se conoce. Es un componente de la madera encargado de dar grosor a los tallos de las plantas leñosas, así se llaman las que contienen mucha lignina, prestándoles rigidez y evitando que se pudran por la invasión de microorganismos. Se caracteriza por ser un complejo aromático. También está muy presente en frutos y semillas como la ciruela, el coco, los piñones o el melocotón.
«... material fibroso, insípido, insoluble en agua y alcohol,
pero soluble en soluciones alcalinas débiles,
y que se puede precipitar de la solución usando ácido...»
1813.
Definición dada por el botánico Augustin Pyramus de Candolle
Pero ¿por qué no huelen igual los libros nuevos que los viejos?
Tanto unos como otros desprenden unas cosas que se llaman COV, es decir, complejos orgánicos volátiles producto de la descomposición o degradación de los mismos, junto a otros derivados del tipo del papel, del producto usado para la encuadernación y de la tinta empleada en la impresión. Actualmente hay una importante variedad de aromas por lo que no huelen igual todos los libros nuevos:
- Tolueno y el Etilbenceno: Olor dulce
- Vanillina: Similar a la vainilla
- 2-etil hexanol: Ligeramente floral
- Benzaldehído y el Furfural —se encuentra en el maíz, la avena, el trigo y el serrín—: Similar a la almendra.
Con los libros antiguos no ocurre igual ya que se hacían casi siempre con los mismos componentes. Cuanto más antiguos son los libros, más lignina contienen porque estuvieron sometidos a menos tratamiento y el componente químico era de origen natural como el furfural.
Al principio, la lignina da ese raro olor a vainilla. Luego se transforma en un olor a hierba y, al final, acaba oliendo como a moho. —A veces digo que huelen a iglesia.
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"Primus circumdedisti me" /1522/ Carta de Juan Sebastián Elcano |
¿Por qué se vuelven sus páginas de ese tono amarillento cuando un día tuvieron el esplendor de la luz blanca?
Casi todos los papeles están hechos de celulosa, que es incolora y refleja estupendamente la luz por eso vemos el papel blanco nuclear, pero ahí anda la famosa lignina, muy susceptible a la oxidación, y en cuanto entra en contacto con la luz, la humedad y el aire empieza a cambiar su estructura molecular. En este proceso de oxidación crea unas moléculas llamadas cromóforos —del griego kroma, color, y pherein, cargar, más el sufijo -o (agente que hace la acción), 'portadores de color'— que, en este caso, son de color amarillo o marrón. Así que a mayor paso del tiempo más intensidad en el olor y también más endeble se vuelve el papel.
¿Os habéis dado cuenta que el olor a libro nuevo nos provoca emoción y alegría y que los antiguos nos mueven los recuerdos que alberga nuestra memoria? Cada libro tiene su propio ADN, es decir, su propia huella química que puede ser usada para averiguar su origen geográfico y su datación.
Y ahora, decidme, ¿a qué huelen vuestros libros? Si pudierais elegir un aroma, ¿a qué os gustaría que olieran los libros nuevos?