Ratón quería volar pero tenía miedo de pedir un deseo. Le habían contado una antigua leyenda, de allende los mares, en la que un ratón que deseaba volar se convirtió en murciélago. Él no quería eso. Quería seguir siendo blanco y azul, con esas pinceladas grises y marrones. Quería seguir correteando por el campo, disfrutar de los días de sol, de sus paseos con Qamar y sentir las caricias del viento en sus bigotes.
Tenía miedo de dormirse y que en sus sueños pudiera pedir ese deseo por lo que pasaba las noches casi en vela. Qamar vigilaba sus miedos y decidió que no podía seguir así.
Una mañana, una de esas en la que Qamar se vestía sutil con los primeros rayos de sol, una de esas veces en las que se dejaba ver de día, decidió que había que poner manos a la obra. Habló con Elio, el rey de la luz, para que le echará una mano. Debía retirarse un poco para que ella pudiera descender a la tierra.
—Necesito que te retires un poquito pues he de bajar para hablar con las flores de los deseos.
Y él, que la amaba hasta derretirse, no podía menos que concederle el favor.
Así, durante unos segundos, se retiró, y Qamar, vestida de azul, descendió. Caminó despacito para que con su vestido no asustara a los seres que paseaban a su alrededor. Caminó y caminó hasta hallar a las flores de los deseos, esas bolitas de algodón que a merced del viento o de los soplidos de los humanos o a la caricia de un bicho, echaban a volar sus semillitas y en ellas siempre un deseo, una ilusión, la imaginación sin límites...
Allí, junto a uno de los campos de amapolas, escuchó un rumor. Miró y vio a los dientes de león entretenidos en su cháchara. Unos aún eran amarillos. Otros ya estaban preparados para su empeño.
De la red |
—Buenos días, leones... ¿Puedo hablar con vosotros?
—Hola, Qamar... ¿En qué podemos ayudarte?
—Necesito que me ayudéis a cumplir un deseo para un amigo mío.
—¿De qué se trata?
Y Qamar les contó lo que Ratón deseaba, la que era la ilusión de su vida, el desvelo de sus noches.
—No te preocupes, Qamar. Dile a tu amigo que venga y nosotros cumpliremos su deseo.
—¿De verdad?
—Por supuesto... Somos las flores de los deseos. No lo olvides.
—De los sueños a realizar...
—De la magia...
—De la ilusión...
Y así, uno a uno, nombraron cada uno de sus tesoros. Tesoros que Qamar conocía perfectamente, pues ella era parte de ellos.
Elio acompañó a Qamar hasta la casa de Ratón que, adormilado, rondaba por ella.
—¿Ves, Elio? No duerme —le comentó Qamar con cierta preocupación.
—Esta noche dormirá acunado en los brazos de la luna —respondió Elio, sonriendo.
—¡Ratón..., Ratón! ¡Ratón!
Ratón pareció espabilar de pronto ante la efusión de las palabras de Qamar. Hasta se sobresaltó.
Además, la luna y el sol juntos... Y no había eclipse anunciado.
—¿Qué pasa, Qamar? ¡Elio!
—¡No te asustes! Te traemos muy buenas noticias.
Y mientras tomaban un té, Qamar le fue contando cómo iba a cumplir su deseo pero sin decirle todo, pues quería que fuera una sorpresa.
—Mañana, cuando Elio salga, debes ir hasta el campo de Amapolas que hay al borde del camino del Norte. ¿Sabes dónde te digo? —Ratón afirmó con la cabeza-. Allí te estarán esperando las flores de los deseos. Ella te dirán lo que debes hacer. Y esta noche debes dormir.
Pero esa noche, Ratón estaba tan nervioso que no pudo cerrar los ojos a pesar de los mimos de Qamar. Al despuntar el alba, Elio se aseguró de que Ratón llegaba hasta el lugar de encuentro.
Había gran algarabía. Los dientes de león estaban esperando. Había más de los que había la mañana anterior.
Ratón se vio aturullado ante semejante recibimiento. Hasta se emocionó un poquito. Y estaba muy nervioso.
"Ratón triguero". Obra de Marta de la Sota |
—Ratón, tienes que cerrar los ojos y pedir un deseo... Y soplar, soplar, soplar muy fuerte.. Y no tengas miedo.
Ratón suspiró. Tomó aire y sopló con todas sus fuerzas... Tanto, tanto que empezó a no sentir el suelo bajo sus pies...
—¡Abre los ojos, Ratón! ¡Ábrelos! -Escuchó que le decía Qamar.
Al hacerlo se dio cuenta de que estaba volando. El corazón se le encogió de la impresión pero estaba en las buenas manos de Elio que lo llevaba de una de ellas... mientras el diente de león iba soltando sus semillitas lentamente para que el vuelo durará más tiempo.
Ratón no cabía de gozo. Estaba realmente emocionado y feliz... Feliz porque, por fin, volaba... Porque, por fin, su sueño se había hecho realidad, porque se había cumplido la mayor de sus ilusiones.
Ilustración de Aimee Stewart |
¿Quién dijo que los sueños no se cumplen?
Es un cuento precioso que invita a la creencia de que todo se puede... Tan sólo hay que desearlo con mucha fuerza y mucha fe en sí mismo.
ResponderEliminarMe gustó mucho leerte, Mag...
Mil besitos, preciosa mía.
Precioso Mag!
ResponderEliminarFelicidades
amapola
Ratón es afortunado... Qamar, La Luna, le ayuda a cumplir sus deseos... Ratón tiene un secreto, sabe que La Luna no es de queso...
ResponderEliminarSe cumplen, claro que sí, aunque duren un instante la magia de un sueño cumplido existe. Todos somos alguna vez como Ratón, disfrutando de ese sueño cumplido. Esperanzador y emotivo cuento.
ResponderEliminarBeso dulce para ti y dulce finde.
Muchísimas gracias a tod@s por vuestros comentarios.
ResponderEliminarSí, lo sueños se pueden cumplir por creer en que somos capaces de lograrlos.
Besos enormes.
Solo una palabra: precioso.
ResponderEliminarY, por supuesto, entiendo a la perfección a Ratón.
¡Saludos!
Hola, Israel. Gracias por venir hasta este lugar azul.
EliminarGracias también por tus palabras...
Y si, la experiencia de Ratón, debe ser increíble.
Un beso enorme.
¿Pero cómo se me ha podido pasar comentar este cuento?
ResponderEliminarTal vez, porque si lo comentaba despertaría de un sueño y caería de nuevo a la tierra. Pero poco a poco, voy conociendo como se pilotan los dientes de león... pero esa será ya otra historia...
Hola, Raton... Es que la perspectiva desde allá arriba es increíble y da mucha pereza bajar. Sol has de tener cuidado con las rachas de viento pero Qamar también se lleva bien con él...
ResponderEliminarQamarbesis :-)