21 de marzo de 2023

El guardián


Había una vez un hermoso bosque lleno de árboles altos y verdes. Todos los animales del bosque vivían felices y en armonía, pero faltaba algo. 
Un día, un pequeño zorro llamado Max se aventuró a salir solo de su madriguera. Sus hermanos le recordaban que no debía alejarse de casa cuando mamá no estaba, pero él, astuto e inquieto, valiente como pocos, quería explorar un poco más allá, quería descubrir el bosque. Desoyendo a sus hermanos, se fue alejando y sintiéndose pequeño entre aquellos gigantes que mecían suavemente sus enormes brazos de un lado a otro, dejando pasar el sol que le acariciaba los bigotes y hacía resplandecer el rojo de su pelaje. Pero lejos de amedrentarse, Max se sentía orgulloso, caminaba con seguridad y siempre atento a lo que le rodeaba, mas era todo tan nuevo, tan espectacular, tan llamativo que le costaba abarcarlo con sus inexpertos sentidos. Era una experiencia inexplicable.

Imagen pixabay

Llegó hasta el riachuelo donde el agua saltaba alegre por encima de las piedras. Ahí vio por primera vez una rana que, tranquilamente, tomaba el sol. Max miró a su alrededor, experimentó una enorme calma. Se sentía muy feliz. Se acordó de sus hermanos y pensó en cuánto les gustaría aquello. Pensó también en la reprimenda que le daría su madre por desobedecer, pero bien merecía la pena la aventura. Estaba descubriendo el bosque; era algo mágico, como mágico era aquello con lo que, de repente, se topó entre las hojas que cubrían el suelo. Era un pequeño libro de poemas, de versos sueltos, que alguien había olvidado. Nunca había visto algo así antes —en realidad, su mundo se reducía a la madriguera y unos pocos metros alrededor—, así que decidió llevárselo consigo y mostrarlo a sus hermanos que, preocupados, aguardaban su llegada. 

—¿Qué es, hermano?
—No lo sé, pero es muy bonito —respondió Max intentando contener la emoción. 

Apenas sabía leer por lo que desconocía qué significaban todas aquellas palabras juntas. No quedaba otra que esperar a mamá para que les explicara qué era aquello que Max había encontrado. 
Primero vino la reprimenda, luego la alegría de saber que todos estaban bien y, después, el descubrimiento de la magia.

—¿Qué es, mamá?
—Es un libro de poemas. 
—¿Qué es un libro?
—¿Y qué son los poemas?
La poesía es como un juego con las palabras, donde las palabras se combinan para crear imágenes y sonidos hermosos. Es como una canción, pero en lugar de ser cantada, se lee en voz alta como si fuera música. La poesía puede hacer que sintamos cosas diferentes y nos haga pensar en cosas de manera diferente también. La poesía es poner nombre a los sentimientos y a las emociones —intentó explicar mamá, pero sus hijos la miraban sin entender nada. 

Entonces comprendió que lo mejor sería leerles uno de aquellos poemas y evitarse preguntas que no sabría responder de forma sencilla para que comprendieran—. ¿Os gustaría que os leyera un poema? —preguntó, aun a sabiendas de que eran poemas complicados para ellos.

Imagen de la red

Los tres cachorros, atónitos y curiosos, asintieron. Se sentaron frente a su madre, y mamá sonrió.

El hada más hermosa ha sonreído
al ver la lumbre de una estrella pálida,
que en hilo suave, blanco y silencioso
se enrosca al huso de su rubia hermana.

Y vuelve a sonreír porque en su rueca
el hilo de los campos se enmaraña.
Tras la tenue cortina de la alcoba
está el jardín envuelto en luz dorada.

La cuna, casi en sombra. El niño duerme.
Dos hadas laboriosas lo acompañan,
hilando de los sueños los sutiles
copos en ruecas de marfil y plata.
[Los sueños de Antonio Machado]


—No he entendido nada, mamá —dijo Zio.
—¡Habla de una princesa! —continuó Tom.

Mamá guardó silencio y observó a Max que parecía absorto, paseando por los confines de sus pensamientos.

—¡Max! —musitó mamá. 
—Habla de los sueños, mamá; de esos sueños que nacen aquí adentro —prosiguió, llevándose la patita derecha hacia el corazón—, pero más abajo aún, más adentro... —Y suspiró, tan profundamente que un puñado de hojas cayeron sobre él como lluvia fina de primavera.

El pequeño Max había sentido la poesía, la melancolía y la ilusión que el poeta había plasmado en sus palabras. Aquel momento fue mágico y él quería compartirlo con los demás; así que reunió a todos los animales del bosque en un claro y les mostró el libro. Los más sabios asintieron con orgullo por la emoción que Max transmitía; los más jóvenes, unos no mostraron un especial interés y otros, experimentaron la misma ilusión y curiosidad que Max, quien se convirtió en el guardián de ese libro. 
Se esforzó en aprender a leer y así, cada día, al atardecer, leía un poema para que los animales del bosque pudieran disfrutar de la poesía. Cada vez que leía un poema, el bosque se llenaba de alegría y concordia; de poesía. 

Imagen de la red

¡¡Feliz día de los bosques y la poesía!!

Gracias por compartir este día.



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