Isolde vivía junto a su hermano Tristán —sí, como la ópera de Wagner— en la ciudad, pero los meses de verano los pasaban en casa de sus abuelos. Tristán no lo llevaba tan bien. Él era de ciudad, de salir con el monopatín, jugar al baloncesto y esas cosas. Los chicos del pueblo le parecían aburridos. Isolde se entretenía con cualquier cosa, era más bucólica y sentimental, con inquietudes algo más intelectuales. Amaba leer y escribir. Ello le permitía volar a mundos infinitos y vivir historias que solo caben en las páginas de los libros.
Sin saberlo, la casa de los abuelos estaba en un reino de fantasía, iluminado por la magia. Tal vez por ello, las palabras fluían como ríos de luz, tejiendo historias maravillosas, cuando la punta de su lápiz tocaba el papel.
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Catherine Chauloux
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Un día, mientras escribía junto a un antiguo árbol —encantado—, sus palabras tomaron vida y un libro mágico surgió ante ella, cargado en las manos de un duende con un aspecto muy humano. El ser le entregó el libro, hecho de páginas resplandecientes y escritura mágica, y le reveló un secreto ancestral, que debería quedar guardado en su memoria para siempre. Después, el libro desapareció de la misma forma misteriosa con la que había aparecido.
Isolde descubrió que las palabras que fluían de su pluma no solo entretenían, sino que también sanaban corazones y encendían esperanza a quienes se las regalaba.
Con su don, se aventuró a compartir sus cuentos con aquellos que necesitaban consuelo y coraje.
A medida que viajaba, el poder de sus historias desvanecía la oscuridad, revelando la belleza oculta incluso en los lugares más sombríos, como los corazones dolientes y las almas heridas.
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Borrados de Catherine Chauloux |
Inspiradas por su valentía, otras mujeres escritoras se unieron a su causa, tejiendo juntas un manto de luz que protegía a su reino de cualquier sombra.
La magia de las palabras no solo llenaba los corazones de aquellos que las escuchaban, sino que también unía a las escritoras en un lazo eterno de creatividad y amor.
Y así, el reino de la fantasía de luz floreció por todas partes gracias al poder inquebrantable de las mujeres que lo describían con su imaginación y determinación.
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En cada palabra tejida, celebro la magia de las escritoras, quienes con nuestras historias iluminamos mundo y damos voz a los corazones. Hoy, desde la humildad de mis letras, homenajeo la valentía de las escritoras de ayer, de hoy y de mañana, de siempre, para que nuestro legado sea siempre un recordatorio del poder transformador e inspirador de nuestras palabras.
Gracias, mi querida Auro, por tan bonito detalle.