22 de enero de 2020

El deseo de Erina


Imagen de la red

Erase que se era un lugar donde los deseos del corazón llegaban a cumplirse igual para grandes que chicos, para personas que para animalillos o plantas porque los animales y las plantas también tienen alma. En ese mágico mundo del que nadie sabía el nombre pero todos conocían su existencia, habitaba un ser llamado Dulanae que se dejaba ver tras el viento y solo en una única ocasión en la vida de cada criatura. Ella tenía la voz de un susurro que no se escuchaba a través de los oídos y su sonrisa era tan amplia como un amanecer. En sus manos existía el mismo don que en su corazón, el de hacer cumplir aquellos deseos que con tanto ahínco se anhelaban. Pero no todos. Solo aquellos que se pedían desde lo más profundo del corazón y que por ser deseados y cumplidos no implicaran mal alguno a nadie.

Obra de Alla Tsank

Desde lo profundo del bosque, cerca de unos pedregales por donde discurría un pequeño riachuelo, donde el sol llega a templarlo y se podía resguardar junto a los suyos, ahí donde abundaban las frutas salvajes que más le gustaban, vivía Erina. Una graciosa eriza de pequeñas orerijas, tiesas y redonditas de color sonrosado como sus patitas y manitas, y un hocico que parecía una trufita de color chocolate que movía en una simpática mueca. Era un poco presumida, todo hay que decirlo, pues le gustaba que su corona de púas estuviera siempre resplandeciente como los rayos de luna llena.

Un día, mientras paseaba bajo el sol tardío, se quedó observando detenidamente un margen del camino cercano a su casa donde había un buen puñado de dientes de león. Los había contemplado cientos de veces pero nunca se había parado a pensar en lo que en ese momento le rondó la mente. Había visto las flores amarillas y que cuando estás morían nacía esa bolita blanca repleta de semillas que aprovechaban cualquier movimiento para desprenderse y volar.

«Son como yo pero en blandito», se había dicho, observando cómo volaban bajo aquel cielo sonrosado. «¿Por qué no puedo volar como ellas? Debería preguntárselo a Dulanae, la Señora del Destino». 

Tendría que acercarse hasta aquella parte del bosque donde Dulanae tenía su casa. Estaba un poco lejos. Le constaría porque con sus cortitas patas el camino se hacía más largo. Así que se preparó para el viaje. Se aseguró de dejar bien cerrada su casa y de avisar a su vecino para que se quedara al tanto de ella. Lista, respiró profundamente y emprendió el paseo justo al alba.

Imagen de la red

Siguió el cauce del río. Disfrutó de su sonido, del colorido de la Naturaleza y del canto de los pájaros. Se detuvo unas cuantas veces para refrescarse y repasar el mapa que le había dibujado el patriarca del poblado. Iba bien. Un poco más y llegaría. Estaba impaciente.

Imagen de la red

Debía pasar el cruce de las Grandes Setas Rojas para llegar al Pozo de los Deseos, junto al lago de Los Espejos. Buscar el plantero de las amapolas y evocar en voz alta al Espíritu del Pozo para que recogiera su primer deseo: Ver al hada.

«Gran Espíritu del Pozo, soy una humilde caminante que viene en busca del hada Dulanae. Le traigo mi corazón y un deseo. Te pido llanamente intercedas por mí para que sea recibida», pronunció viendo su propio reflejo en el agua del lago. Y al otro lado, el Pozo. 

Imagen de la red

Aguardó unos instantes, que le parecieron una eternidad, hasta que del pozo salió una especie de niebla, tras la que atisbó a un ser pequeñito, mucho más que ella, vestido con unos ropajes del color de las hojas del estío que se confundían con las hierbas, con unos pelos alborotados y del mismísimo rojo de las amapolas. Unos ojos grandes, redondos, llenos de luz marina y unas orejitas puntiagudas. La miró con atención y casi como si se sorprendiera de verla ahí. O como si él hubiera sido sorprendido. Erina se sintió azorada.

Ilustración digital del artista Hall Hsu

—¿Eres tú el Espíritu del Pozo?
—Soy yo, sí. ¿Quién pregunta por mí?
—Soy Erina.Vengo desde el otro lado del bosque y más allá del lago para pedir audiencia con el hada Dulanae.
—¿Tienes un deseo?
—Sí, y deseo que se cumpla con todo mi corazón.
—Te escucharé y lo trasladaré a mi Señora. 
—¿No se lo puedo contar a ella? Pensé que podría hablar con ella —dijo un poco contrariada.
—Mi Señora solo ve a quién desea ver. Yo le hago llegar tu deseo y ella verá si puede o no otorgártelo. No puedo perder mucho tiempo así que me lo cuentas ahora o me marcho. —Erina se compungió un poco. Bajó la mirada. Respiró triste y levantó el rostro.
—Está bien pero yo quiero verla.
—Te estoy diciendo que no puedes verla. Solo ella decide quién puede verla y cuándo. No me hagas perder el tiempo. Cuéntame tu deseo y márchate. Tengo mucho trabajo.
—Tienes muy mal humor. ¿Por qué estás enfadado?
—No estoy enfadado. Soy así. Te repito que tengo trabajo. Si no me lo cuentas ya, te quedarás sin un deseo que se puede cumplir.
—De acuerdo...

Y procedió a contarle que había prestado atención a las bolas blancas de los dientes de león y cómo volaban hacia el cielo. Ella, que se parecía a una de ellas, quería que sus púas se volvieran más suaves y ligeras para poder volar como ellas y ver su mundo desde lo alto. Saber qué se sentía al volar como los pájaros y hasta dónde podía hacerlo.

El duende de mal genio frunció el ceño y torció el morro. Se rascó su rojizo cabello y siguió guardando silencio.

—Osea, tú quieres volar.
—Sí —dijo con alegría.
—Muy bien. Le haré llegar tu deseo a Mi Señora.
—¿Y puede tardar mucho en cumplirse?
—El tiempo que ella considere preciso —respondió tan secamente que a Erina se le atragantó la saliva. No podía comprender aquel mal humor del duende pero, pensó, que igual era porque había demasiados deseos y tenía exceso de trabajo.
—Ahora debes irte para que otros puedan acercarse.
—No me he cruzado con nadie en el camino...
—¡Es igual!, debes irte.
—Muchas gracias por atenderme, señor Espíritu del Pozo. —Apenas había terminado de pronunciar el nombre del duende que este ya había desaparecido de su vista. —Adiós.

Erina se dio la vuelta y desanduvo sus pasos. Dejó atrás el lago de Los Espejos, el Pozo de los Deseos y el cruce de las Grandes Setas Rojas para retomar de nuevo el sendero que seguía el cauce del río. De pronto, cuando pasó el pequeño puente de Roca Viva notó que su cuerpo era como más ligero, algo raro porque llevaba ya medio día andando y estaba muy cansada por lo que sus pasos deberían ser más pesados. Pensó que era el viento que soplaba a su favor pero en un momento no pudo controlar sus piernas. Se asustó tanto que quiso correr mas no pudo porque sus pies ya no tocaban el suelo. El puente quedaba atrás. Estaba volando. Sí, volaba. Sus púas ya no eran punzantes. Parecían plumas muy suaves. Plumón como el de los dientes de león. No sabía si llorar o si reír. Hizo las dos cosas mientras veía su reflejo en la superficie del agua del río.

«¡Puedo volar!, ¡estoy volando!»

Fotografía de Elena Eremina

Y ahí, al fondo, sobre un lecho de dientes de león, como si fuera una..., !sí!, ¡un hada! ¡Era! ¡Era un hada! ¡La Señora que hacía cumplir los sueños!  ¡Era ella! No solo le había concedido el deseo de poder volar sino que también le había otorgado el privilegio de verla. Era bellísima. Con un rostro dulce y una mirada tierna. Con un vestido que parecía un campo de trigo en verano. Y le sonreía. Le sonreía a ella.

Y Erina subía y subía. Abajo quedaba el riachuelo. Luego el bosque se fue empequeñeciendo. Las nubes quedaron a sus pies. «¿Por qué estoy volando tan alto?», se preguntó un poco desconcertada. Sin embargo, pese a la gran altura que la separaba del suelo, no tenía miedo. Se sentía feliz. Al girar la cara hacia su derecha, vio a Dulanae mucho más cerca. Y tomándola de la mano, le dijo:

 —No te preocupes, Erina. Sé que no tienes miedo. ¡Sonríe, Erina! Porque a donde te llevo reina la felicidad y el tiempo no existe. Allí vas a poder volar siempre porque tu alma tiene alas.

Y siguieron subiendo. Más mucho más... hasta que el cielo y ellas fueron solo uno.

"Soaring Dreams I" /Alla Tsank

9 comentarios:

  1. Me rindo ante tanta belleza y riqueza, Mag. Es un cuento lleno de ternura y bondad. Un cuento muy rico en todos los aspectos. Ensoñador.
    Me ha fascinado todo, imágenes elegidas acorde con el texto.
    Impecable!
    La descripción del hada y de la eriza me ha conmovido.

    Mil besitos de admiración y muy feliz día ❤️

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    1. Esta vez, querida Auro, ha sido un sin pensar, un todo fluir. Las imágenes vinieron solas sobre la marcha y la historia, al final, me he dado cuenta de que tiene un fin abierto. Me gusta la ternura, los buenos valores, los sentimientos positivos... es lo que replico.
      Infinita mi gratitud por tu apoyo y por las palabras que siempre me dedicas, amén del tiempo que te robo.
      Un beso enorme o lo que viene a ser un Qamarbesi :-)

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  2. Un bonito cuento, lleno de ilusión y el final me sorprende porque deja esa sensación de que Erina voló más alto de lo que pensaba y más allá también. Un final sutil y emotivo.

    Beso dulce Mi Estimada Magda.

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    1. Hay un ligero y sutil toque místico, es cierto. Me alegra saber que lo has percibido, Mi estimado Dulce.
      Muchísimas gracias por tus palabras siempre.
      Un beso.

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  3. Querida Qamar

    Tengo la sensación que dentro de este cuento hay otro: el de tu propia voz.

    Has estado mucho tiempo sin escribir. Pero ha merecido la pena esperar.

    Besitos

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    1. En todo cuento, en todo cuanto escribo, hay algo de mí pues no podría escribir de otra forma.
      Gracias, Ratoner (t) por estar siempre.
      Un beso.

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  4. me has dejado muda con tu presentación tan genial
    abrazos

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Escribir desde el alma del niño que habita dentro nuestro es abrir las alas del adulto que somos.
Gracias por disponer de un ratito y pararte aquí.


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