26 de febrero de 2021

La carrasca milenaria

Ratón se había levantado cansado. Tenía mucho por hacer y pocas ganas para sacar la faena. Si había que encontrar una excusa, ese día era el perfecto para hallarlas todas, lo malo es que no le servían a sí mismo pues sí él no hacia las cosas, nadie más se las haría.
Desde su mullida butaca miraba a su alrededor. Con las manos sobre la barriga, movía los índices en círculo, como si se persiguieran el uno al otro. Suspiraba igual que un enamorado y no veía por dónde empezar.  Resoplaba una y otra vez y entornaba la mirada como si al abrir los ojos se hubiera obrado la magia.
«¡¡Bufff...!!»

Imagen de la red

«Tendré que hacer algo...», pensó, «o esto no tiene visos de solucionarse». Con toda la galbana del mundo, se puso en pie y empezó a hacer hasta que alguien llamó a la puerta y le interrumpió en su quehacer. Lo cierto es que no le apetecía que lo vieran lidiando con todo aquello pero... se acercó a abrir. Eran dos pequeños vecinos con ganas de jugar y que le traían, entusiasmados, un tesoro en su remolque del que tiraban por una cuerda. 

—¿Qué lleváis ahí? —preguntó.
—¡Un tesoro!, y es un regalo para ti — respondió el más pequeño sin esperar a más para entrar— . ¡Vaya! Parece que esto está muy revuelto.
—No le hagas caso, Ratón, ya sabes que Timba no mide nunca las palabras.
—Sí, es muy sincero.
—¿Te pasa algo, Ratón?
—Estoy cansado y no tengo ganas de trabajar, ¿qué te parece?
—No sé... Te podemos ayudar, así acabarías antes.
—¡Síiiiiiii! —exclamó Timba con entusiasmo. Ratón respiró profundamente. Güiro, que también tenía nombre relacionado con la música, de hecho su padre era un gran concertista, se encogió de hombros sin decir más. Ambos sabían que Timba era todo intención pero un auténtico desastre. Si se trataba de limpiar, lo más fácil es que hubiera que repasar detrás, y si se trataba de recoger, había que reorganizarlo todo de nuevo. Eso sí, a bien intencionado no le ganaba nadie. Le ponía corazón.
—Mejor lo hago yo con calma. No hay prisa. ¿Qué es ese tesoro que traéis para mí? —dijo para distraer a Güiro que si también tenía otra cosa era el ser insistente. No dudó este en abrir el saquito de arpillera y dejar caer sobre el suelo el contenido: Cuatro hermosas y fantásticas bellotas—. ¿Bellotas?
—¿No te gustan? ¡Son preciosas!
—Sí, lo son. Pero los ratones no comemos bellotas.
—¡Ya lo sé, hombre! —exclamó Timba, abriendo sus brazos como diciendo que aquello era más que evidente.
—Hemos pensado que podríamos plantarlas entre los tres en el jardín. Así, al verano que viene podremos tener sombra.
—Tanto como sombra, Timba. Tendrá que pasar un poco más pero con el tiempo saldrá una maravillosa encima porque estas son semillas de encina. Son árboles que llevan con nosotros miles de años. ¿Sabéis que han sido siempre consideradas como sagradas?
—¿Eso que significa? —preguntó Güiro. Era el intelectual y práctico, el curioso, el que tenía sed de aprender. Timba era el inocente, el creativo, el de vivir en mundos imaginarios, el de hacer todas las historias suyas.

Imagen de la red

Ratón se dio cuenta de que las tareas debían terminar ahí —si es que alguna vez empezaron—, que ahora los dos pequeños ratoncillos requerían su atención y no se irían de ahí sin saber algo más sobre lo que les acababa de contar. Preparó un poco de limonada y unas bolitas de queso salado crujiente. Dejó que se acomodarán en su butaca y él tomó asiento en el escabel, frente a ellos.

—Veréis —comenzó—, hubo un pueblo, muy muy antiguo, cuyos habitantes se llamaban celtas. Ellos creían en la magia y amaban la luna, el sol, la lluvia, el viento..., la naturaleza, las plantas, de las que sacaban ungüentos que curaban pero, eso es para otra historia. Ahora volvamos al tema que nos ocupa. Este pueblo creía que las encinas eran mensajeras de los dioses, que a través de ellas les llegaban sus dádivas y bondades y por eso empezaron a adorarlas...
—¿Qué son las dádivas? —interrumpió Güiro.
—Regalos, presentes, dones... ¿Sigo? —asintieron, y continuó—: Hubo otro pueblo, el de los griegos, que ya habéis estudiado en clase de Historia. Ellos también celebraban sus reuniones bajo una encina. Ahí tomaban las decisiones más importantes. Otros pueblos, a lo largo del tiempo, hicieron lo mismo: se cerraban tratos, se concertaban bodas, asuntos de tierras... ¡Fijaos si era tan importante el papel de la encina, que cuando se trababa de temas que concernían a dos o más lugares diferentes, se elegía siempre la encina más grande situada en medio del camino que las separaba. Y si el tema era importante, importantísimo, súper importante... se elegía la más famosa del lugar.

Timba empezó a poner caras y a no encontrar acomodo en la butaca. Aquello ya se salía un poco de lo que él consideraba divertido. Güiro, en cambio, escuchaba con tanta atención que apenas pestañeaba.

—Os contaré otra historia pero prometedme que no os dará miedo.
—¿Nos vas a contar una historia de fantasmas? —preguntó Timba dando un salto. Aquello ya se ponía interesante a su parecer.
—Es una leyenda pero prestar atención. Os gustará —dijo antes de tomar un sorbo de limonada. Y prosiguió—: Hace mucho tiempo, muy lejos de aquí, había un lugar donde exintían grandes, profundos y misteriosos bosques de encinas y robles, que son árboles muy parecidos. En él vivían en armonía lobos, osos, ciervos y muchos más animales pero.... —hizo pausa y cambió la voz para dar un poco más de teatralidad a la historia— también brujas —acentuó—, brujas malas que atemorizaban a las gentes...

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—¿Con verrugas, escobas y todo eso, Ratón? — intervino Güiro.
—¿Qué quieres que te diga? Eso no lo sé pero eran malas...
—¡No interrumpas, hermano! Sigue, Ratón...
—Estas brujas causaban toda serie de desgracias y males a las personas y a los animales o les mandaban tormentas horribles, vientos malos y toda una serie de cosas que asolaban el lugar. Para ellas era un divertimento. Sin embargo, las encinas  y demás árboles del bosque estaban contentos...
—¿¡Contentos con tantas cosas malas?! —interrumpió Güiro de nuevo.
—¡Ssshhh...!
—¡Claro, Güiro!, ¿sabes por qué? —negó—. Porque, como todo el mundo tenía miedo, no se atrevía nadie a entrar en el bosque para hacer leña y tampoco dejaban que el ganado se acercara. Sin embargo, una de ellas, una joven encina, no veía aquello correcto, ni medio bien. La gente del pueblo no merecía tales castigos. Ella sentía pena por ellas, le gustaba ver a los niños jugar en los márgenes, a vecinos recoger setas y, aunque algún árbol tuviera que ser talado, comprendía que tenían que hacer fuego para preparar la comida y calentarse. Así que se se opuso a todos los demás árboles y se negó en rotundo a que las brujas se refugiaran en sus ramas.
—¡Y las brujas se vengaron! —pensó Timba en voz alta— . Como si no lo supiera yo.
—El caso es que esta actitud de la joven encina no era del agrado de los demás árboles del bosque y había muchos dirimesy dirites  entre unos y otra. Aquellos altercados llegaron a oídos de las brujas. Y así, como por sorpresa, decidieron que se iban a otro bosque.
—Entonces, ¿estaban de acuerdo con la encina joven? No eran tan malas —expresó Timba.
—¡Timba, no seas ingenuo! Si son brujas malas, son brujas malas siempre —intervino su hermano. Timba le bufó como un gato.
—Lo cierto es que estaban agradecidas a los demás árboles por su apoyo pero eso no significa que hubiera bondad en ellas. Güiro tiene algo de razón. Antes de marcharse prometieron a los árboles concederles el deseo que quisieran. 
—¡Oh! —exclamó Timba pensando que aquello no sera muy bueno. Ratón afirmó con la cabeza.
—Como pasa con los humanos, había árboles presumidos, arrogantes, sencillos, callados, traviesos... Unos querían ser ricos y que sus ramas fueran de oro. Otros deseaban que sus hojas desprendieran magníficos aromas que inundarán todo el bosque y la mayoría pidieron que sus hojas fuesen brillantes y de cristal.
—¡Qué tontos! El cristal se rompe. Se iban a quedar sin hojas. —Ratón asintió—.Y los que pidieran hojas de rojo romperían sus ramas —argumentó Güiro.
—¿Y qué paso con la encina que protestó?

Obra de Jacek Yerka

—Ella fue la única que no pidió nada. Quería seguir siendo cómo era. Una sencilla y bonita encina, que ofreciera sus frutos para alimentar a los animales y proporcionar recursos a los hombres.
—¿Y las brujas?, me imagino que no se irían de rositas —comentó Güiro—. Por algo eran brujas malas.
—Efectivamente, Güiro, no se fueron así como así. Según cuenta la leyenda, unos días más tarde, después de su marcha, se desató una impresionante tormenta: Viento, lluvia..., granizo... Hubo de todo —respondió, mientras Timba, más impresionable que su hermano, se llevaba las manitas al pecho y abría la boca entre asombrado y asustado—. Todo el bosque sufrió las consecuencias. Ya os podéis imaginar que los árboles que tenían sus hojas de cristal, las perdieron. Y con semejante castigo acabaron muriendo. Como ya no estaban las brujas, la gente del pueblo ya no tenía miedo de acudir al bosque por lo que los pastores dejaron que sus rebaños de ovejas y cabras se alimentarán de la hierba y ramas tiernas, y aquellas que olían tan bien fueron las primeras que se comieron.
—¡Se quedaron pelados! ¿Y qué pasó con los que tenían oro? Supongo que los hombres las cogerían para poder venderlo y obtener dinero.
—¡Güiro, eres un aguafiestas! ¿Por qué no te callas y dejas que Ratón siga la historia?
—Perdone usted. Ya me callo. Sigue, Ratón, por favor. Disculpa.
—No solo la gente del pueblo. La voz corrió tan rápida como la luz por lo que también llegaron ladrones y maleantes que se hicieron con ellas y dejaron los árboles destrozados. no se conformaban con coger las hojas sino que para alcanzarlas, los talaban de mala manera. Al final, también fueron muriéndose al no poder recuperarse.
—¿Y qué pasó con nuestra encina?
—Estaba muy triste. Se había ido quedando sola. No comprendía la maldad de los seres humanos. No entendía que no pudiese haber concordia entre el bosque y sus habitantes y los hombres...
—¿Qué es concordia? —intervino de nuevo Güiro. Su hermano resopló al tiempo que negaba con la cabeza.
—Es armonía, vivir en paz, todo juntos, sin problemas...
—¡Ahhhh! Gracias, Ratón. Sigue, por favor.
— Como decía, la encina sabía que el ganado debía alimentarse pero los animales son listos y no destrozan más allá de lo que precisan. Es una cadena que se regenera por su propia naturaleza.... ¡Regenerar es que todo se revive! —se adelantó Ratón a aclarar—, se arregla. Ella aguantó valientemente. Los habitantes del pueblo procuraron que nadie la hiciera daño. Ella, correspondiendo a ese cuidado y cariño, creció y dio frutos que echaron raíces y de estas nacieron más encinas hasta que el bosque, sin tener el esplendor de antaño, se fue recuperando. Han pasado cientos de años y sigue ahí todavía. Hermosa como el primer día.
—¡Menos mal! ¿Y dónde está esa encima?
—En un lugar maravilloso. Está en un sitio lejano, en un Reino donde hay cientos de castillos, montañas maravillosas, ríos caudalosos, paisajes maravillosos... ¿Y sabéis cómo llaman a la encina?
—¿Cómo? —preguntaron al unísono.
Carrasca.
—¡Qué bonito!
—¡Vamos a visitar a la Dama del Árbol, en el Bosque Imaginado! Ella nos la mostrará en un libro enorme que tiene y nos dirá más cosas.
—¡¡¡Síiiii!!!
—¡Coged la cesta! Plantaremos las bellotas en el bosque y la usaremos para guardar setas... si encontramos por el camino. Se las llevaremos a la Dama, le encantan.



Esta historia se remite a la leyenda de la carrasca de Lecina. Si picáis podéis  conocerla y descubrir la zona en la que ha crecido durante un milenio o más... Yo solo me he permitido el descaro de escenificarla en un cuento.  En la misma página, veréis que podéis votar por ella en el concurso del Árbol Europeo al que ha llegado tras ser elegida el año pasado como el mejor ejemplar de España. ¡¡Va la primera!!, y es nuestra, así que os convido a dar vuestro voto. ¡Daos prisa porque el tiempo se acaba este mismo domingo! ¡Yo ya lo he lanzado!


¡¡¡¡HA GANADO!!!

Ya es oficial desde este miércoles, 17 de marzo, a las tres de la tarde: Nuestra encina es el primer árbol español que logra este objetivo, además, con un récord de  votos (104.262). La puntuación más alta obtenida desde que tiene vigencia este concurso, 10 años. Está a años luz del segundo, el italiano plátano de Curinga que ha logrado 78.210 votos y del sicomoro ruso que se ha quedado con poco más de 66.000.
Ya participó en la edición anterior pero en esta ocasión ha recibido más del doble de votos.

Para una localidad como Lecina, situada en el Somontano oscense, con una población de unos 16 habitantes, obtener este resultado es una alegría inconmensurable y todo un orgullo porque la han cuidado durante siglos.

Mi felicitación desde aquí a todos sus habitantes. 
A los demás, os convido a visitar el lugar y disfrutar de la magnífica carrasca porque, por bella que sea la fotografía o vídeo, no hay nada que le haga justicia.
Es impresionante. Os lo aseguro.
 

19 comentarios:

  1. Un preciosísimo cuento, que bonito. Mag yo no sé qué hecho la verdad, he ido a una página y me he apuntado creo que la del cuento pero no manejo estoy yo bien espro que hay sido así, porque no veo donde hay que votar.Lo seguiré intentando. Porque este cuento merece que se edite es sumamente bonito a parte que su moraleja es estupenda. Venga voy a investigar jaja Un besazo.

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    1. Ya lo logre jajaja ya tiene mi voto, oleeeeeeeeee.

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    2. Jajja ¡¡¡Bien!!! La verdad es que es una encina preciosa.
      A ver si hay suerte y se queda ganadora. Es un punto que un pueblo tan chiquitín sea conocido por una sencilla carrasca.
      Muchísimas gracias, Campi.
      Un beso enorme.

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    3. Holaaaaaaaaaaaaaaa, enhorabuena acabo de verlo ahora mismo en mi correo me alegro mucho cielo mis más sinceras felicitaciones oleeeeeeeeeeeeeee yupi hopppppppppp kisssssssssss tomate algo a mi salud !!

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    4. Es algo que se merecían, la verdad, y en la parte que a mí me toca, me hace ilusión. Ya estamos más en el mapa y por una buena razón.
      Muchísimas gracias y ¡¡chin chin!!
      Un besazo.

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  2. Me encantó el relato! Qué bonito! Qué imaginación!
    Voy a investigar tu sugerencia!!
    Un beso grande!

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    1. El camino, Luna, estaba ya medio trazado. Solo he ido teatralizando la historia porque esta ya existía. Un poco más de labia y, bueno, ganas.
      Muchísimas gracias, Luna.
      Un beso enorme.

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  3. Muy bonita historia, son esa calidez que sabes darles a esos personajes que hasta dan ganas de estar allí con ellos. Y he votado, a ver si hay suerte.

    Beso dulce Mi Estimada Magda y dulce fin de semana.

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    1. Con Timba y Güiro no creo que nadie se aburra. Además, me los imagino de lo más entrañables. Dos pequeños roedores con alma de niño.
      Gracias por votar, Mi Estimado Dulce.
      Un beso muy grande.

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  4. Eres única narrando historias de esta índole, mi querida Mag. Se puede sentir el momento, la ternura que emana en los personajes y en tu voz... Gracias por todo esto que todavía habla más de la mujer que hay detrás. Mi voto lo tiene esa preciosa historia y su encina.

    Mil besitos llenos de cariño y muy feliz noche ♥

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    1. Millones de gracias, mi querida Auro. Es un regalo tener la posibilidad de compartir, agradar y aprender cada día de todos vosotros, los unos de los otros.
      A ver si gana la encina. La verdad es que lleva mucha ventaja.
      Un beso muy muy grande lleno de cariño siempre.

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  5. Genial la fabulación, con personajes jovencitos, arquetipo is dotados de sus virtudes y defectos. quasihumanos.
    ya he votado la carrasca (que no cabe en la foto (supongo que el fotógrafo se agotó de andar hacia atrás, para cogerla entera). como hay que votar 2, teambien voté el platano de portugal(tengo devoción por los plátanos, es el árbol de Barcelona ciudad, caído actualmente en desgracia (no es que los talen, pero cuando uno enferma lo cambian por otra especie (menos alérgica pero también menos fotosintetica. tengo un relato de un platano enamorado de un abeto de navidad)
    cuanto rollo...
    Gracias por la información de los votos, lo vi por la tele, pero entendí que ya había ganado, no que iba el primero.
    Besiabrazossss, Mag

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    1. Ganó al árbol de España pero va ahí, la primera y con ventaja para el Mundial. Estoy convencida de que puede ganar. Ojalá. Se lo merece porque es nuestra :-) Es impresionante, la verdad. No es que el tronco sea enorme enorme pero tiene una copa impresionante. Una maravilla.
      Sí, hay que votar por dos. Yo voté por uno del Reino Unido me parece. No creas que me acuerdo. No sabía por cuál decidirme. Quitando un par los otros, me parecían todos preciosos.

      ¡Qué historia más curiosa, ¿no? Un plátano de un árbol de Navidad. Sería un adorno precioso y resaltaría entre el verde :-9

      Millones de gracias, Gabi.
      Un beso muy enorme :-)

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    2. el plátano es un árbol, que se llama así. El plátano (fruta que nos comemos) es el fruto del platanero (que es otro árbol). El fruto o la flor del arbol platano, son unas bolas que al desgranarse, producen alergia a algunas personas en primavera. solo por aclarar.
      Besosss enormes, mag

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    3. Sí, conozco el plátano: El plátano de sombra. Hay muchos en los parques. Lo cierto es que alguna vez me ha caído alguna bola de esas encima y no creas que son caricias. Y cuando les da por reventar, sí, son un incordio, pasa lo mismo con el chopo y sus angelitos :-9
      Más besos para ti, Gabi :-)

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  6. Siempre lo he dicho y lo confirmo una y otra vez cuando entro aquí y te leo... tienes magia. Es así de simple. Porque algunos pueden ser buenos en escribir en algún que otro género, pocos de ellos en más de uno, ¿pero tú? tú te pasas, tú los dominas todos con maestría. Imprimes en cada uno de tus textos justamente eso, magia.

    Gracias por esta historia, que habrá ya estado narrada, pero jamás como lo has hecho tú. Gracias por hacer, una vez más, que me vaya de aquí con una sonrisa.

    Besisssssssssssssssssssssssssssss!

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    1. ¡Hola, Almi! Siempre tan cariñosa en tus comentarios hacia mí, lo ue hace que me sonroje y la luna se vuelva algo más sonrosada :-)
      A veces, no importa, recurrir a la base de otro para tomarla como inspiración. O sin el veces. Me pareció una historia bonita y ya sabes que a mí me gusta traer cosas de mi tierra a este Universo Azul y así compartir un poco más de mí.
      Y lo mejor de todo, que te marches de aquí con esa sonrisa de niña. Un orgullo.
      Un beso muy muy grande. Y gracias infinitas.

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  7. Nunca es tarde si la dicha es buena y que la carrasca de Lecina haya ganado un premio internacional puede perdonar mi tardanza en comentar.
    Besitos

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    1. Nada que perdonar, Ratoner, se llega cuando se puede o uno se acuerda, que todo puede ser. Ya sabes que tú y yo, a la verita vera.
      Un besote.

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Escribir desde el alma del niño que habita dentro nuestro es abrir las alas del adulto que somos.
Gracias por disponer de un ratito y pararte aquí.


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De mis viajes en caracola...