Cuando conocí a Serbal tendría él unos ocho años más o menos. Me llamó la atención su corta estatura, sus piernas tan delgadas, aquellos ojos tan vivos y su pelo tan arremolinado. Pero lo que más captó mi interés fue su silencio. Solo cuando creía que nadie lo veía, canturreaba una canción que apenas podía escucharla el cuello de su camisa.
Niño campesino sentado en el prado 1883 / Georges-Pierre Seurat |
Aquella mañana, después de cruzarnos varias veces en la acequia, decidí ofrecerle un trozo de mi merienda. Él dudo un poco pero, al final, decidió sentarse unos metros más allá. Guardamos silencio. Nos mirábamos de vez en cuando y, cuando yo hacía algún movimiento brusco, él se ponía en alerta.
—¿Sabes qué significa tu nombre? ¿Quién te lo puso? —pregunté con voz suave y tono calmado. Tardó en pronunciarse. Terminó de tragar y respondió:
—Mi abuela. —Recuerdo a su abuela, a su familia, aunque no suelo bajar al pueblo demasiado. Siempre he vivido por estos lugares más solitarios, entre los hortelanos y cabreros.
—Ese árbol que ves ahí es un serbal. Tiene tu mismo nombre. Lo llaman de los cazadores porque sus frutos, esos rojos que ves ahí, son muy apetitosos para los pájaros. Así que se usan para cazarlos. Y todas su hojas sirven de ramón para los animales. Yo les doy a mis cabras y les entusiasma.
Pensé que aquello le haría sonreír y provocaría su curiosidad para querer ver a las cabras que andaban sueltas en la parte trasera de la caseta.
Fotografía de Erwlas, Stuart Madden |
—¿Sabes, Serbal? Ese árbol es mágico. —Levantó la mirada y me mostró aquellos enormes ojos verdes y su cara llena de pecas que le daban un aspecto dulce y travieso.
—¿Por qué es mágico? —Por primera vez en todos los días desde que le conozco, pude percibir un rasgo de interés real.
—Cuando florece es blanco y cuando tiene frutos es de un rojo intenso, ¿lo ves? Además, representa la vida, tiene toda su esencia, Serbal. Esa bayas, esas bolitas, pueden curar.
—¿Qué curan? —preguntó, sin darse cuenta, creo, de que se estaba acercando hasta mí.
—Bueno, algunas cosas que tienen que ver con la sangre, los dolores..., la tos y cosas de tripas.
—¿Solo eso?
—Puede que alguna cosa más pero la desconozco. —Intuí que deseaba saber algo en particular, así que me atreví a preguntar—: ¿Qué te gustaría que curasen? Podríamos averiguarlo en algún libro. —Durante unos largos segundos estuvo callado. Bajó la vista y respiró profundamente antes de volver a levantar la cabeza y perder su mirada en el horizonte. Me causo una gran ternura al tiempo que una profunda tristeza.
—Pensé que quizá podría traer a mi madre...
—¿Dónde está?
—Dicen que en el cielo pero sé que no es verdad.
—¿Por qué crees eso, Serbal?
—Porque los muertos no besan.
Se me encogió el alma. Sentí ganas de cobijarlo en un abrazo. Le intuía tan frágil pero sé que era más fuerte que un roble. Sus ojos se tornaron muy brillantes pero no llegaron a lagrimear.
No supe bien qué argumentar en aquellos momentos. ¿Cómo enfrentar a un niño ante la muerte?, me pregunté. ¿Cómo enfrentar a Serbal ante el hecho de que ensoñara a su madre o, efectivamente, se tratara de otra cosa? Respiré tan hondo que me dolió el pecho. Él hizo casi lo mismo. En ese preciso instante, cuando volvimos a mirarnos, percibimos que estábamos uno al lado del otro, rozándonos. Le cogí la mano y se la presioné con suavidad. Ni por un momento dudé de lo que me estaba confesando.
—¿Está aquí ahora, Serbal? —Negó—. ¿Cuándo la ves?
—Casi siempre. Hablamos, reímos, cantamos..., y por las noches, viene a arroparme y a darme un beso.
—¿Se lo has dicho a alguien? —Volvió a negar, guardando la mirada en el suelo—. ¿Te da miedo o te gusta?
—Me gusta —dijo mirándome. Le sonreí.
—A veces, Serbal, aquellos que nos quieren tanto, como los padres, los abuelos, los hermanos..., un amigo de verdad, desaparecen de nuestras vidas y no volvemos a verlos como antes pero no quieren dejarnos solos. Desean seguir cuidando de nosotros, protegernos, hacernos compañía... porque sienten que les echamos de menos o que les necesitamos. Sin embargo, tenemos que ser fuertes y ayudarles a que sigan su camino y nosotros poder seguir el nuestro. Tu mamá jamás se irá de tu lado porque va a vivir siempre en tu corazón. Debes prometerle que estarás bien, que vas a ser fuerte y que nunca la olvidarás, que tienes a tu abuela, a tu familia... Y ahora a mí... Siempre que me necesites, puedes venir a verme.
—No quiero que se marche.
—Lo sé pero debe llegar al cielo que es dónde necesita estar... ¡Necesitamos estrellas en el cielo! Para eso debe saber que tú estás bien aquí y que harás todo lo posible por crecer fuerte, sano, bueno... Por ser una gran persona, un gran hombre. ¿Lo intentarás? —Hice una pequeña pausa—. Cuando venga a darte el beso de buenas noches, se lo dices y ya verás como se pone feliz por escucharte. A lo mejor tarda unos días en irse pero podéis hablar y así estar tranquilos los dos. ¿Qué te parece?, ¿es una buena idea?
—Lo intentaré —afirmó, triste.
—Dile que tienes una nueva amiga con la que puedes hablar siempre que desees. Ella seguro que sabe quién soy. También fue una niña como tú y venía por aquí alguna vez para jugar con las cabritillas y ayudarme a coger verduras que se llevaba luego a casa.
—¿Cómo te llamas? —Le volví a sonreír y le hice una carantoña en la punta de la nariz antes de apartarle un mechón de los ojos.
—Seguro que lo adivinas. —Negó—. Inténtalo. Es una flor y a ti te gusta mucho. Es roja y crece en el campo, en cualquier parte...
—¡¿Amapola?! —Asentí, y ambos sonreímos.
—Hubo hace muchos años, una gran guerra que se extendió por todo el mundo y la tierra, abandonada a su suerte la mayor parte del tiempo, se convertía en tierra de nadie por lo que crecían como setas. ¿Te imaginas el espectáculo, Serbal? Por eso la amapola es conocida como la flor de la paz. —Puso cara de estar imaginando pero dudo que logrará hacerse a la idea—. Pero mi madre me llamó así porque... ¡mira mi pelo!
— ¡Rojo!
— ¿Vamos a ver que hacen mis cabritillas?
—Sí.
Se levantó de un salto. Se arregló la camisa y se pasó el pelo por detrás de las orejas. Sonreía y eso me hizo muy feliz. Estaba segura de que íbamos a vernos durante mucho tiempo y que, en cualquier momento, soltaría todo lo que llevaba guardado dentro. Solo debía ser paciente y saber escucharle.
No supe bien qué argumentar en aquellos momentos. ¿Cómo enfrentar a un niño ante la muerte?, me pregunté. ¿Cómo enfrentar a Serbal ante el hecho de que ensoñara a su madre o, efectivamente, se tratara de otra cosa? Respiré tan hondo que me dolió el pecho. Él hizo casi lo mismo. En ese preciso instante, cuando volvimos a mirarnos, percibimos que estábamos uno al lado del otro, rozándonos. Le cogí la mano y se la presioné con suavidad. Ni por un momento dudé de lo que me estaba confesando.
—¿Está aquí ahora, Serbal? —Negó—. ¿Cuándo la ves?
—Casi siempre. Hablamos, reímos, cantamos..., y por las noches, viene a arroparme y a darme un beso.
—¿Se lo has dicho a alguien? —Volvió a negar, guardando la mirada en el suelo—. ¿Te da miedo o te gusta?
—Me gusta —dijo mirándome. Le sonreí.
—A veces, Serbal, aquellos que nos quieren tanto, como los padres, los abuelos, los hermanos..., un amigo de verdad, desaparecen de nuestras vidas y no volvemos a verlos como antes pero no quieren dejarnos solos. Desean seguir cuidando de nosotros, protegernos, hacernos compañía... porque sienten que les echamos de menos o que les necesitamos. Sin embargo, tenemos que ser fuertes y ayudarles a que sigan su camino y nosotros poder seguir el nuestro. Tu mamá jamás se irá de tu lado porque va a vivir siempre en tu corazón. Debes prometerle que estarás bien, que vas a ser fuerte y que nunca la olvidarás, que tienes a tu abuela, a tu familia... Y ahora a mí... Siempre que me necesites, puedes venir a verme.
—No quiero que se marche.
—Lo sé pero debe llegar al cielo que es dónde necesita estar... ¡Necesitamos estrellas en el cielo! Para eso debe saber que tú estás bien aquí y que harás todo lo posible por crecer fuerte, sano, bueno... Por ser una gran persona, un gran hombre. ¿Lo intentarás? —Hice una pequeña pausa—. Cuando venga a darte el beso de buenas noches, se lo dices y ya verás como se pone feliz por escucharte. A lo mejor tarda unos días en irse pero podéis hablar y así estar tranquilos los dos. ¿Qué te parece?, ¿es una buena idea?
—Lo intentaré —afirmó, triste.
—Dile que tienes una nueva amiga con la que puedes hablar siempre que desees. Ella seguro que sabe quién soy. También fue una niña como tú y venía por aquí alguna vez para jugar con las cabritillas y ayudarme a coger verduras que se llevaba luego a casa.
—¿Cómo te llamas? —Le volví a sonreír y le hice una carantoña en la punta de la nariz antes de apartarle un mechón de los ojos.
—Seguro que lo adivinas. —Negó—. Inténtalo. Es una flor y a ti te gusta mucho. Es roja y crece en el campo, en cualquier parte...
—¡¿Amapola?! —Asentí, y ambos sonreímos.
—Hubo hace muchos años, una gran guerra que se extendió por todo el mundo y la tierra, abandonada a su suerte la mayor parte del tiempo, se convertía en tierra de nadie por lo que crecían como setas. ¿Te imaginas el espectáculo, Serbal? Por eso la amapola es conocida como la flor de la paz. —Puso cara de estar imaginando pero dudo que logrará hacerse a la idea—. Pero mi madre me llamó así porque... ¡mira mi pelo!
— ¡Rojo!
— ¿Vamos a ver que hacen mis cabritillas?
—Sí.
Se levantó de un salto. Se arregló la camisa y se pasó el pelo por detrás de las orejas. Sonreía y eso me hizo muy feliz. Estaba segura de que íbamos a vernos durante mucho tiempo y que, en cualquier momento, soltaría todo lo que llevaba guardado dentro. Solo debía ser paciente y saber escucharle.
Obra de Miguel Ángel García López |
Esta es mi participación en el reto de escritura creativa de una cazadora de nubes, Rebeca. Lleva por nombre "Fuego en las Palabras" y es mensual, salvo ahora en verano que vale por dos.
Un relato inspirado en el titulo dado "los muertos no dan besos" y cuyas normas esta vez sí cumplo.
Emotivo relato que sabes envolver de ternura también, aunque por un momento pensé en un final más sobrenatural, pero no, es un relato sentimental y entrañable. Muy bonita historia.
ResponderEliminarBeso dulce Mi Estimada Magda.
O Mag! Cuánta emoción... es una belleza este relato!
ResponderEliminarMe ha deslumbrado todo el contexto!
Un besazo.
Te agradezco mucho, Luna, porque siempre tienes el encanto asomando en tus dedos.
EliminarUn beso.
que cuento tan acogedor y adorable. dan ganas de abrazar al niño y de apaciguerlo y transmitirle paz, aunque lo hariamos mas torpemente que la protagonosta.
ResponderEliminarhe visto que es para una convocatoria de historias de ...bueno cosas varias . te agradeceria que me enviaras por mail la proxima convocatoria, porfa, segun como sea igual me animo, si tengo tiempo.
me ha gustado mucho el "aire" del cuento
besosss Mag
PD. aunque ya sé que no viene a cuento, porque aunque no deberia ser un merito, en realidad lo es, porque pocos lo hacen...
pones en los dialogos perfectamente las rayas, las acotaciones, las mayusculas o minusculas debtro de las acotaciones, y los signos de puntuacion antes o despues de las rayas. a mi me costó bastante. como no se enseña en el colegio, pensamos que ya sabemos toda la ortografia
que rollo!erdona
Te agradezco lo que me dices. Como digo siempre, es dejarse llevar, e inundarse del momento y de la ambientación que late dentro. Así salen las cosas. A veces mejor que otras.
EliminarTe mantendré informado. De hecho ya te aviso :-) Y tampoco creas que es fácil lo del guion (sin tilde) largo. Cuando empecé a escribir usaba el corto, aunque sí, siempre respeté su uso y sus características pero he de reconocer que para algunas cosas, se me olvida y he de ir a mirar. o sigo teniendo dudas.
Nada de rollo, un placer poder compartir ideas u observaciones.
Un beso enorme, Gabi.
Me ha impresionado mucho por su ternura y contexto, mi querida Mag. Es un cuento precioso que has sabido desarrollar a partir de la propuesta. Me ha encantado esta vivencia que quién más o quién menos ha podido experimentar en su niñez o en su madurez, y sobre todo es muy instructivo. Mi enhorabuena, preciosa.
ResponderEliminarMil besitos con mucho cariño y muy feliz semana ♥
¿Quién no ha tenido alguna vez un amigo invisible? Solo que en ocasiones son de verdad y están a un nivel más allá de la imaginación. Mientras no hagan daño, hay que dejarlos acercarse, hablar y dejar o ayudar que se marchen, pero en este caso, a un niño no le resulta fácil despedirse de su madre... Por suerte, hay alguien que lo guiará por ese mundo para que pueda comprender esa otra realidad.
EliminarMuchísimas gracias, Auro.
Un beso muy grande. Mi cariño siempre.
Que preciosidad de cuento me encantas en esta faceta, es tan tierno y amoroso que es como volver a la niñez, gracias guapa y te animo a que escribas más cuentos y ojalá los publiques. Un besazo grande, grande.
ResponderEliminarSoy muy moñas, Campi, las cosas como son.
EliminarEsta faceta de nocuentos es un verdadero reto, así me va, pero mira, tontín tonteando, que decimos aquí, ya vamos sumando.
Mil gracias por lo que dices y por el ánimo. Quién sabe.
Muchos besos :-)
Que ternura de historia de amor de sensibilidad de fuerza de animo de sentimientos reales y sinceros del corazón. Un. Cuento encantador me gusto mucho.
ResponderEliminarFelicidades Mag, abrazos
Nada de lo que escribimos es del todo fantasía. Cuando lo vivimos, lo sentimos, lo experimentamos, se luce el sentimientos y es mágico desnudarse el alma.
EliminarMuchísimas gracias, Jorge, un beso muy grande siempre con afecto.
Simplemente es una delicia... haces que, aunque no lo quieras, viajes a otro mundo y transportes el alma.
ResponderEliminarBesotes gordotes Mag.
¡Qué grata sorpresa, Dasvo! Mil gracias por acercarte y dejarme unas palabras.
Eliminarte lo agradezco infinitamente.
Un beso muy grande.
¡Hola! ¡Es un cuento maravilloso! Me ha encantado, es realmente extraordinario. Me has hecho trasladarme y sentir ese inmenso amor. Feliz de leerte 😍
ResponderEliminarHola, Margarita, bienvenida :-) y muchísimas gracias por tus palabras.
EliminarY me congratula que hayas sentido el amor.
Un beso.
Qué bello relato, íntimo, enternecedor, con su toque inquietante cuando nos damos cuenta de que la madre sigue por ahí. Haces que los veamos a los dos, que los queramos abrazar. Muy lindo Maga. Saludos.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Ana.
EliminarSe trata, o eso intento yo, de que se sienta y se vea del mismo modo que siento y veo.
Un beso enorme 😘